Formas que sugiero para inspirar ideales

Me fundamento en significativa experiencia docente personal con áreas del saber humano como Filosofía, Ciencias sociales, además Educación ética y religiosa, para afirmar que evidencié  formas llamativas de como niños y jóvenes de épocas distintas, diferentes condiciones sociales e intereses variados, muestran expectativas espirituales tan solo cuando se les habla adecuadamente sobre valores, ideales trascendentes y la condición humana, temas que si aceptan necesarios en su vida, aunque aparenten lo contrario.

Las mencionadas formas son visualizadas durante la ejecución del proyecto que planeé y diseñé en el Colegio Anglo español con el objetivo de estimular y motivar el crecimiento del espíritu. En el comienzo temía que los estudiantes se aburrirían fácil y rápidamente, pero cual no sería mi sorpresa al escucharlos preguntar inquietos si lo iba a continuar o no. Y ésta se acrecentó al leer sus comentarios personales con respuestas sinceras y muy personales a los cuestionamientos que se hacían en los talleres de actividades con preguntas tendientes al estimulo de su curiosidad y al espíritu crítico que se les planteaba al final de cada charla o seminario sobre temas relacionados con las mencionadas áreas del conocimiento.

Para realizarlo acudí a dos tipos de experiencias: una fue la que ocurría en al menos dos colegios donde trabajé en mis comienzos. En ellos se hacía una especie de reuniones de comunidad, con características distintas en ambos, pero con un contenido semejante; se les brindaba a los niños y jóvenes información general sobre las normas institucionales y de paso los ilustraban con algunos ejemplos o testimonios personales de algún personaje estudiantil. Era notable para mí, que, aunque los estudiantes manifestaban alguna pereza o fastidio para hacerlo, se mostraban interesados con los personajes o testimonios presentados.

La otra fue una vivencia personal en años tempranos de mi formación juvenil. Ocurrida en el año 1969, que considero como un año cabalístico en mi vida porque estuve inmerso en diversos disfrutes de predicamentos intelectuales, convertidos, sin saberlo aún, en círculos caleidoscópicos de suposiciones imaginarias hacia el futuro en la esfera de mí espíritu, que vendrían, más adelante, a darle sentido a mi vida, pero mucho después, no porque me lo hubiera propuesto que así fuera, como, por ejemplo, los sucesos circunstanciales y casuales que me ocurren relacionados con la lectura. Casualmente, había recorrido algún trecho por el placer de leer, principalmente literatura y me encontraba a gusto con ella, cuando me encuentro un libro tremendamente particular que no era del género literario propiamente, sino parecido, ensayo con carácter literario, mezclado con historia, intensos conocimientos de cultura y sobre todo convincente en lo que propone establecer como mensaje. 

Se trata de este escrito por José Ingenieros, pedagogo argentino que más tarde identifico como exponente de la nueva pedagogía en América, muy culto e influyente en la ideología de izquierda liberal, “El hombre mediocre”. 

Dicho libro despertó una tonalidad diferente en mi espíritu, algo como un aliento fuerte de animosidad, de ganas de emprender, un redibujado sombreado en lo difuso del proyectarme hacia adelante; una especie de mapa ideal, un saber en bosquejo de lo que quería hacer, a sabiendas de que aún no lo sabía, a ciencia cierta. 

Desde las primeras palabras, que se encuentran bajo el título “La emoción del ideal”, en su introducción: “Cuando pones la proa visionaria hacia una estrella y tiendes el ala hacia tal excelsitud inasible, afanoso de perfección y rebelde a la mediocridad llevas en ti el resorte misterioso de un ideal. Es ascua sagrada, capaz de templarte para grandes acciones. Custódiala, si la dejas morir no se reenciende jamás. Y si ella muere en ti, quedas inerte: fría bazofia humana. Solo vives por esa partícula de ensueño que te sobrepone a lo real. Ella es el lis de tu blasón, el penacho de tu temperamento”. Sentí que el libro me hablaba a mí, estaba dirigido a mi ser más interno. Era yo esa persona a quien le habían proyectado esas ideas.

Marcado con este “lis de mi blasón”, emprendí el camino de disfrutar y buscar situaciones que me inspiraban curiosidad y proyecciones hacia el futuro, pero en la senda de lo intelectual, sin saber con certeza, en qué consistía este señalamiento proyectista de mi ser.

Provisto de estas dos experiencias inicio, y continuo, el proyecto “Espíritu Anglo español” con la firme intención de inspirar y fortalecer ideales en nuestros estudiantes. Ahora evaluó muchos de los planteamientos en él esbozados y encuentro ideas del libro de José Ingenieros en relación con las distintas clases de hombres que hay; por ejemplo, contribuyo en señalarle al estudiante que siempre nos diferenciamos por las actitudes, pasiva o activa frente a las circunstancias vividas; o explicarles que los hombres se hacen grandes cuando ponen todo su empeño en hacerse así, sin buscar excusas o refugiarse en culpar a los demás. Con tal forma se elabora el perfil que trae tan ilustrado y explicito el libro reseñado, acerca de como es EL HOMBRE MEDIOCRE. Lo define así: El mediocre no inventa nada, no crea, no empuja, no rompe, no engendra lo nuevo; la característica del mediocre es ponerse y usar la armazón de automatismos, prejuicios y dogmas acumulados durante siglos; el ser mediocre defiende los contenidos expresivos comunes, con lenguaje pobre, basado en monosílabos o expresiones de moda; la mediocridad se mantiene alerta y agresiva contra la asechanza de los inadaptables, de los originales, de quienes asumen como banderas las nuevas ideas, las disrupciones. 

Dejo constancia de frases e ideas que constituyen parte del contenido inspirador que se pueden emplear en cualquier medio para atraer personas de diferentes edades hacia la inspiración de ideales, desde la sabiduría universal, pero en este caso, a partir de José ingenieros:

Creo valioso indicar que, a fin de aterrizar ideas inspiradoras de ideales es indispensable presentarle al estudiante modelos de personas que han cumplido estas aspiraciones a cabalidad, se reconocen por su espíritu de sacrificio y, además, logran enormes resultados para la humanidad. Tales son los casos de grandes filósofos como Sócrates, Platón y Aristóteles; corrientes filosóficas tan constructivas del ser humano como el estoicismo; mártires del pensamiento como Giordano Bruno; sabios descubridores como Nicolás Copérnico, Leonardo da Vinci, Tomás Alva Édison y exploradores tan importantes como Cristóbal Colon. Nunca dejar de mencionar a mujeres tan fundamentales en la historia humana como Hippatia de Alejandría, Marie Curie y muchas otras que cumplieron con grandeza su paso por esta vida. 

Expreso estas formas educativas con el ánimo de rendir homenaje a la sabiduría humana y a la labor significativa de aquellos docentes que aún se preocupan por fortalecer a sus estudiantes frente a avances deslumbrantes y mediocres en tiempos actuales, merced a influencias más negativas y destructivas que constructivas y benévolas para el ser humano en general.

Rubén Darío Orozco P

Rector Anglo Español

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