Si ponemos la lupa en múltiples problemas que requieren atención especial en nuestro País, la informalidad laboral de inmediato concita una observación detallada porque ella, en sí misma, es columna vertebral de variadas problemáticas asociadas, como desmotivación juvenil y, con su permanencia, deterioro en vías de solución democráticas, que vendrían, si se atendiera con modelos económico-políticos adecuados.
La informalidad laboral es persistente en Colombia. Según datos del DANE la incidencia de ella es de un 58% entre el grupo humano activo en cuanto al trabajo productivo. Este porcentaje de colombianos que trabajan de manera informal, no tienen actualmente un contrato de trabajo. En consecuencia, no se encuentran afiliados a servicios de salud, no cotizan a pensiones, lo cual redunda en el detrimento de la capacidad inversora de capitales y en la capacidad fortalecedora del estado y la sociedad en múltiples factores productivos.
Por otro lado, además, la mayoría de los trabajadores informales son de escasa o nula capacidad educativa pues muchos de ellos abandonan estudiar a edades tempranas o simplemente buscan refugio en la informalidad cuando ven truncadas sus posibilidades de avanzar hacia estudios superiores. Ello trae aparejada, entonces, la poca capacidad juvenil productora y una reducida aptitud social para la innovación o la creatividad de altos niveles.
Sin embargo, un aspecto preocupante relacionado con dicho fenómeno ocupacional, que ya encierra en sí mismo un halo de frustración porque la realización humana en él es bastante baja y desalienta el florecimiento de sueños e ideales formativos con buen futuro, es que muchos jóvenes deciden no continuar buscando dónde estudiar, al no encontrar posibilidades reales de hacerlo, pero tampoco aplican para empleos porque el panorama es muy reducido y competido, dados las casi nulas posibilidades de oferta laboral.
Es así como surge un nuevo eslabón para la deconstrucción social, perjudicial y exageradamente dañino, que son los jóvenes NINIS, los que ni estudian ni trabajan, que se convierten por la fuerza de sus circunstancias, en una carga para padres, familiares y, en última instancia, para la sociedad en general.
De esta forma se configura el panorama del mecanismo más destructivo para la sociedad, el NO futuro: además de lo anterior surge y se alimenta un caldo de cultivo toxico, propicio para la delincuencia, violencia multiforme y por demás destructora de la Democracia sana y correcta pues en vista de tal incapacidad, se incuba y establece como algo “normal” la compraventa de votos, las transacciones corruptas de diverso orden como subsidios mal dirigidos, pues solo alimentan la dependencia hacia el politiquero de turno, con el reforzamiento de un círculo vicioso que mantiene, muy reforzadamente, los mencionados elementos de perversión social aquí descritos.
De aquí nace la especial necesidad que hoy se encuentra en el horizonte, de formar grupos de estudio y discusión de la señalada problemática, así como sobre el circulo vicioso, que, de no ser atendido a tiempo, conducirá al País hacia la debacle que hemos presenciado en lugares como Argentina, Venezuela y Nicaragua. Es imperativo acercarse a políticos con clara visión de futuro, que entiendan y defiendan un Estado austero, que establezcan con seriedad un modelo económico basado en la productividad nacional, capaces de defender producciones mineras, agrícolas e industriales, con la idea definida de salvaguardar la propiedad privada; pero es fundamental que en dicho modelo tenga muy claro que un estado productivo orienta la economía basándose en impuestos bajos y regulados para que no ahorquen ni debiliten el sector social que realmente producen: los empresarios, y que no lo es el Estado en sí mismo.
¡Por lo tanto, es necesario conectarse con políticos que muestren el señalado perfil de forma inequívoca!
Rubén Darío Orozco P
Rector Anglo Español
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